Estamos en un momento histórico, lamentablemente histórico por todas las tragedias que arrastra esta crisis a todos los niveles. En el ámbito profesional en el que tantos nos movemos, tenemos que reaccionar de una manera contundente y todos a una. No es tiempo de pleitear, pero dentro de unos meses lo será menos todavía.
Los abogados tenemos que reinventarnos. No podemos seguir pretendiendo pasar todos y a la vez por un mismo túnel, cada vez mas estrecho, atosigante, y por ello sin salida real.
Tenemos otras carreteras por las que habrá que circular, tenemos incluso autopistas magníficas, y nos seguimos empecinando todos en entrar por el túnel de la vieja carretera.
Ahora si que estamos ante un verdadero cambio de paradigma para la abogacía en general, y para el abogado de familia en especial. Van a ser muchos los asuntos que se acumulen en nuestras mesas cuando esto acabe, el sistema no tiene capacidad para absorberlo, y nosotros podemos y debemos contribuir a buscar soluciones.
Llevamos tiempo defendiendo el papel fundamental del abogado de familia especializado en sus conocimientos y materia, pero ahora necesitamos un plus en cuanto a procedimiento; acometer de una vez la vía que nos ofrece la negociación especializada, y en concreto la práctica colaborativa.
Casi todos venimos haciendo colaboración con “c” minúscula, la clásica negociación que nos ha servido hasta ahora, pero a partir de este momento tenemos que hacerlo mejor, para lograr mejores resultados, formándonos y asomándonos a la grandeza de este nuevo camino que solo trae beneficios para el que lo elije, sea el cliente o el profesional.
No es tiempo de pleitos lentos ni de justicia lejana, tenemos que arremangarnos y poner lo mejor de nosotros mismos al servicios de nuestros representados, esforzándonos por consensuar, por tratar de solucionar los conflictos, logrando resultados que aunque no sean “lo mejor”, si sean “lo bueno”, resolviendo así muchos de los asuntos que nos lleguen.
Agotemos hasta el final la posibilidad del arreglo y del consenso; en manos de los abogados está muchas veces el conseguirlo.
No prestamos un buen servicio a los clientes desgastándolos en pleitos largos e insufribles con un final muy incierto y siempre tardío.
Enseñémosles a no arriesgar en Derecho de Familia. Es mejor optar por lo razonable, por ceder un poco, antes de agotarlo todo por el camino y dejar a los hijos extenuados.
Tiene que ser un compromiso real como el que hay que asumir en la práctica colaborativa.
En esencia la formula es la siguiente: Los abogados colaborativos se comprometen con el cliente y con el otro letrado a llegar a un acuerdo, rechazando la posibilidad de litigar, hasta el punto de que si se rompiera la negociación los letrados participantes no podrán representar en pleito a su cliente, ni ninguno de los intervinientes podrán revelar todo lo que han conocido del caso.
Las ventajas son muchas, pero hay que querer entrar por esta puerta, con la sinceridad, lealtad, y buena fe que requiere el proceso, y buscando entre todos los participantes la mejor solución para esta familia en concreto (no solo para el cliente), velando por los hijos en primer lugar siempre. Y trabajando en red con otros profesionales cuando sea necesario (mediadores, couch, psicólogos, peritos, etc.)
Las ventajas para los clientes son muchas (en estos tiempo aún más): obtención de un resultado mucho más rápido que el judicial, lograr soluciones que sean perdurables en el tiempo, no implicar las emociones familiares, ni salir con las relaciones destrozadas, ya que los hijos van a necesitar a los dos progenitores siempre. Aprender un nuevo camino al que acudir ante los problemas que puedan surgir en el futuro.
Para los profesionales, es de gran satisfacción comprobar que se puede colaborar con la otra parte para hacer un traje a la medida de esa familia; a lo mejor no es del color que se prefería, pero el resultado está en la misma gama. El abogado explora nuevos horizontes, atisba nuevas perspectivas para su profesión, y se hace más competitivo; sobre todo se actualiza, va con los tiempos, deja atrás el ropaje del siglo pasado y viste conforme marcan, y sobre todo conforme necesitan, los nuevos tiempos. Ofrece mucha más calidad de trabajo, y por último colabora en logar una justicia terapéutica, una justicia para la Paz, que debe ser el objetivo principal del abogado de familia.
Animo a todos los compañeros especialistas en Derecho de Familia a que se cualifiquen aún más, y a los nuevos a los que quieren unirse a esta especialidad, a que se acerquen a esta forma de enfocar el Derecho de Familia, que los nuevos tiempos ya nos requieren. Entre todos, así, lograremos prestar un mejor servicio a nuestros clientes, a la Justicia y a la sociedad.
Mª Gabriela Domingo Corpas.
Abogada colaborativa de Familia.
Presidenta de la Asociación de Abogados Colaborativos de Familia (ACF), Asociación perteneciente a la Red Europea de Práctica Colaborativa ENRCP.
(Ex vicepresidenta de AEAFA)